La octava edición de Curt Creixent ha llegado a su fin con éxito de público y sensaciones entre las personas asistentes. Las jornadas en las que la industria del cortometraje español se da cita para tomar la temperatura a distintas cuestiones que atañan al sector, ha ido creciendo a lo largo de estos ocho años, y sigue confirmándose como una cita ineludible para los profesionales que trabajan en el formato corto en España.
Dentro del marco que proporciona el festival Cinema Jove, Curt Creixent se ha desarrollado entre el 27 y el 29 de junio, abordando este año cuestiones como la sostenibilidad, la accesibilidad y la diversidad, cuestiones de índole social, pero que, como se ha desprendido de las reflexiones llevadas a cabo en los encuentros, son de una importancia capital para obtener ayudas y subvenciones con las que poner en marcha proyectos audiovisuales.
Sostenibilidad
La sostenibilidad fue el primero de los contenidos tratados. Ana Méndez, de la empresa Greenfilms, dedicada al Eco Mangement y a la consulturía estratégica para la sostenibilidad en productoras de ficción y realidad, explicó el marco normativo europeo por el cual el respeto al medio ambiente no es ya una consideración ética o moral, sino que se está imponiendo como requisito indispensable para lograr ayudas y subvenciones. Es algo que ha llegado para quedarse.
De esta forma, la sostenibilidad se defiende, más allá de las consideraciones éticas, por una imposición normativa que viene directamente de las instancias europeas y que afecta a las leyes que se están promulgando en España. De hecho, las grandes plataformas ya cuentan con departamentos de sostenibilidad, algo que se podrá extenderse en el futuro, con mayor o menor ambición, a cualquier tipo de producción. Es más, atender a la sostenibilidad también permite un control de gasto y eficiencia al conseguir ahorrar en algunas partidas.
Cabe decir que en el ámbito del cortometraje el asunto cambia en dos vertientes. Por un lado, aún no es obligatorio contar con un sello verde para obtener ayudas, pero sí puntúa para ello, algo que para proyectos de poco presupuesto, como suele ser en aquellos realizados en formato corto, puede resultar de vital importancia. Por otro lado, durante las jornada de Curt Creixent en que se abordó esta temática, no se esquivó la contradicción que supone la nueva ley. Es decir, los cortometrajes apenas dejan huella en cuanto a emisiones o residuos, pero la ley no tiene en cuenta los bajos presupuestos que se manejan en este ámbito.
Aun así, tener en cuenta el impacto que cualquier rodaje deja en el medio ambiente, es algo a considerar tanto en grandes producciones como en las más pequeñas. Es cierto que la sostenibilidad cuesta dinero. Pero hay muchas medidas que no son costosas y que cualquier producción debería tener en cuenta. Tras la charla, alguien entre el público bromeó diciendo: “En el cortometraje no tenemos dinero ni para contaminar”. Efectivamente, se resaltó varias veces que en el cómputo global, son las grandes producciones las que más cuentas deben rendir a la sostenibilidad. No se le puede pedir lo mismo a una exitosa y cara serie de Netflix que a producciones salidas de productoras modestas. El impacto es muy diferente. El problema con el ICAA es que no ha hecho esa distinción y debería dar alternativas atendiendo a esa realidad.
Pero todo ello no quiere decir que el formato corto quede fuera del reto de la sostenibilidad. En ese sentido, existen 6 puntos que cualquier producción debe tener en cuenta: la eliminación de los plásticos de un solo uso; la separación total y adecuada de los residuos para el reciclaje; medir bien las raciones para no tirar comida, incluso realizando un plan de donaciones para las sobras de esta; buscar siempre un impacto neutro o positivo en carbono; y que cualquier plan de rodaje tenga en cuenta el posible daño o impacto que puede generarse en la fauna y flora del lugar. Abordar estos seis puntos, no solo es una forma de respetar la ley o de conseguir puntos para las subvenciones, sino que además permite racionalizar los recursos y, aunque en principio puede suponer una inversión de dinero, lo cierto es que también permite el ahorro en diversas partidas.
En cualquier caso, nadie dudó de que la ley sufrirá modificaciones ante el avance imparable de las sostenibilidad como requisito impuesto al cine. Y esto es así porque, tal y como aseguró Ana Méndez, hasta ahora la industria audiovisual, al contrario de otras industrias, no había tenido en cuenta, en términos generales y en su ámbito normativo, a la sostenibilidad, aunque como todas las industrias el cine también contamina y deja una huella de carbono que hay que compensar y controlar. Más allá de las modificaciones de la ley actual, las sostenibilidad no es una moda, es algo que ha venido para quedarse.
Accesibilidad
Con la accesibilidad ocurre algo parecido. Ha llegado para quedarse, entre otras cosas porque desde Europa existen unas directrices claras para que esto sea así. Si bien suele pensarse que los servicios desarrollados en torno a la accesiblidad (subtítulos, audiodescripción) están solo dirigidos a personas ciegas y sordas, lo cierto es que el espectro es mucho más amplio y su utilidad está creciendo y seguirá creciendo en los próximos años, algo que fue desarrollado durante la intervención de Mónica Souto, del Centro Español del Subtitulado y Audiodescripción). De alguna forma, y así se ilustró durante la charla, es como las rampas que se construyen para facilitar el acceso a edificios o zonas. Aunque en un primer momento están construidos para discapacitados físicos, lo cierto es que cualquier persona puede usarlos según las circunstancias.
En cualquier caso, tal y como ocurre con las sostenibilidad, más allá de la cuestión ética y social, existe una normativa que hace que los servicios de accesibilidad puntúen para obtener ayudas y subvenciones. Algo que se va imponiendo en la industria y que está llevando a plataformas como Netflix a contar con un departamento específico sobre accesibilidad. Desde un punto de vista puramente pragmático, esto nos permite vislumbrar en qué dirección camina la accesibilidad. Ya no es algo optativo realizado en entornos de programación de carácter social para discapacitados, sino que es algo que ya ha penetrado en los circuitos comerciales. Esta penetración ha estado creciendo, y sigue creciendo, tanto en televisiones públicas y privadas, como en las grandes plataformas VOD.
Puede argüirse que los cortometrajes están fuera de esta dimensión, pero debe tenerse en cuenta que es más fácil que televisiones y plataformas compren un cortometraje si este viene con servicios de accesibilidad. Porque esta no está dirigida solamente a personas con una determinada discapacidad. Los usos cotidianos de la tecnología que se están imponiendo, hacen que los subtítulos, e incluso las audiodescripciones, sean servicios que utilizan todas las personas en un determinado momento. Por ejemplo, los subtítulos ayudan a las personas mayores a mantener el ritmo de lectura. Pero además, en contextos cotidianos, donde no se puede subir el volumen, se utilizan subtitulos.
Por otra parte, los datos indican que cada vez hay más personas con discapacidad auditiva. El uso tan extendido y en expansión de los auriculares está haciendo que cada vez más personas pierdan audición y se cree que este incremento continuará en el futuro. Por lo que, los subtítulos no es algo que esté dirigido a un determinado grupo de la población, sino que cualquier persona puede verse necesitada de utilizar este servicio en algún momento de su vida.
Cierto es que en España falta cierta cultura del subtitulado debido al doblaje, pero esto es una cuestión de práctica. De hecho nadie asegura que el doblaje vaya a ser una práctica que dure para siempre. En cualquier caso, esto es algo que apenas afecta al cortometraje.
El sello de certificación de accesibilidad del ICAA lleva activo desde 2016 y cada vez tiene más auge e importancia. De hecho, prácticamente un tercio de las películas que han conseguido este sello han sido realizadas este último año. Esto marca una tendencia clara. Tal es así que Mónica Souto está convencida que contar con subtítulos, audiodescripcción y lengua de signos acabará siendo un requisito indispensable para estrenar tarde o temprano. La experta lo expresó con contundencia: “Ya no es futuro, es una realidad que va a ir a más”.
Diversidad
La diversidad es el tercer tema de los tres más destacados en los que abundó Curt Creixent. Aunque la diversidad se ajusta a diferentes cuestiones, destaca sobre otras la que tiene que ver con el género. Y en ese sentido, el Festival de San Sebastián ha estado realizando informes sobre el panorama cinematográfico. Ello es posible debido a que son hasta 9000 películas las que recibe cada año, por lo que desde hace poco han incluido unas preguntas en el formulario de inscripción para participar en el festival que está permitiendo recabar datos en torno a la diversidad.
Lo importante de esta “generación de contenidos”, tal y como fueron definidos estos informes durante las jornadas de Curt Creixent, es la modificación que puede ejercerse sobre la realidad de las películas y los festivales. Ana Serrullo, responsable del departamento de Pensamiento y Debate del Festival de San Sebastián, dejó claro que recabar datos debe servir para identificar donde falla la diversidad, por qué existe esta carencia y cómo modificar las cosas para que esto no sea así.
Incluso en un festival tan comprometido como el de San Sebastián la paridad no siempre es posible en la sección oficial. Las posibles causas de esta realidad son interpretables, pero van más allá de los comités de selección. En realidad, hay que atender a todo el proceso industrial del ámbito cinematográfico. Al fin y al cabo, el festival, como evento de exhibición competitivo, es uno de los últimos procesos de un proyecto audiovisual. No obstante, también se reflexionó sobre la carencia de paridad existente en la dirección y programación de los festivales de cine en España como una de las posibles causas que se suman a la conformación de una realidad que Serrullo definió como “cambiante” y que aún habrá de cambiar más.
Es indudable que muy pocos festivales tienen la capacidad recabar datos al nivel que lo está haciendo el Festival de San Sebastián. Pero no es descabellado afirmar que todos los festivales, además de tener acceso a la “generación de conocimiento” que sale del festival vasco, también apuesten por analizar en la medida de sus posibilidades la diversidad de las películas que les llegan y sus programaciones. De hecho, ya hay plataformas de inscripción donde se deben introducir datos que pueden ser analizados desde la óptica de la diversidad.
Por otro lado, tal y como se afirmó durante la charla, en realidad no se trata de programar de forma paritaria como única variable. Sino que la diversidad debe llegar de modo natural, algo que no está ocurriendo. Preguntarse sobre las razones que existen para que eso no sea así es un proceso que pasa ineludiblemente por el análisis de datos, porque a través de esta práctica podrán extraerse conclusiones de cómo avanzar en la diversidad cinematográfica, algo que ataña a la paridad cuantitativa, por supuesto, pero que obviamente tiene una consecuencia en lo temático y en la riqueza des temas y miradas que el cine proyecta. Sin olvidar que, debido a la importancia indiscutible que tiene la industria cinematográfica en la cultura hoy en día, un cine más diverso ayudará a construir decisivamente una sociedad más diversa.
Para alcanzar esa diversidad de un modo natural, debe atenderse a todos los procesos de la industria cinematográfica, también en el cortometraje. La introducción de cambios deben apuntar a cambiar estructuras sistémicas. Y eso solo podrá producirse recabando datos en todos los apartados en los que se desarrolla una película, desde la preproducción hasta la exhibición en salas y festivales.
Festivales
Más allá de los contenidos destacados de Curt Creixent (sosteniblidad, accesibilidad y diversidad) las diferentes mesas desarrolladas durante el festival en torno a otros temas también permiten sacar algunas conclusiones o, al menos, ciertas reflexiones sobre la industria cinematográfica. En la mesa de programadores, un clásico ya de Curt Creixent, se abordó la cuestión sobre la obligatoriedad de estrenar en algunos festivales. Una obligatoriedad que viene impuesta por los propios requisitos que se imponen para el acceso a ayudas, subvenciones o patrocinios y que, de alguna forma, también redundan en la reputación de este tipo de eventos. Desde un punto de vista reflexivo se reconoció que esta obligación condiciona la programación de otros festivales además de la propia, ya que en muchas ocasiones se deben dejar fuera películas de calidad por el hecho de que han sido ya estrenadas en otros festivales. En este sentido, la búsqueda de que los cortos entren en los catálogos de las grandes plataformas, y que sin duda es positivo para el cineasta, también puede hacer que haya obras que queden fuera del circuito de festivales por esta razón.
Otro tema que también surgió de esta mesa tuvo que ver sobre el descenso de público en las salas de cine, e incluso en los festivales. ¿Tal vez la pandemia ha tenido algo que ver? Es pronto para decir si la excepcionalidad sanitaria y social de los dos años anteriores han creado una nueva forma de relacionarse con el cine, de tal forma que el público prefiera acceder a él a través de plataformas VOD en sus casas. Nuria Cubas, de Filmadrid, llegó a afirmar: “Tengo la sensación de que después de la pandemia la gente se ha acostumbrado a ver cualquier cosa en su pantalla. Hay una tendencia en que la gente prefiere ir a cosas más vivas, como los conciertos de música. Puede que sea una tendencia que cambie o tal vez sea algo que ha venido para quedarse y debemos asumirlo”.
Lo cierto es que es difícil saber todavía hasta qué punto los modos en acceder al cine han sido modificados y si estos cambios será para siempre. Lo que sí se esgrimió durante la charla es que los festivales deben apostar por educar, especialmente a la juventud, utilizando diferentes acciones como los pases escolares. Así lo defendió Diane Malherbe, programadora de Clermont-Ferrand, quien llegó a alertar que “la juventud está acostumbrada a ver el cine en móviles o en Netflix. Y esto puede hacer que cada vez menos personas vayan al cine y a los festivales.”
Tal vez la forma en la que los festivales han sido entendidos hasta hace muy poco deba ser modificada como apuesta de futuro. De igual forma que las nuevas tecnologías introdujeron cambios sustanciales en ellos en cuanto a su logística y recursos, y también en cuanto a su función, los cambios que se vienen produciendo como consecuencia precisamente de la revolución digital iniciada hace varios lustros, debe hacer que los festivales tomen medidas para resituarse en la industria y en la sociedad, y como se defendió en la charla de programadores, debe impulsarse algo que los festivales de alguna forma ya tenían, el carácter educativo, dirigido al público y especialmente a los más jóvenes, como apuesta de futuro.
Animación, pitchs y encuentros one-to-one
Otro tema que merece ser destacado de esta octava edición de Curt Creixent es el relativo a las coproducciones de los cortometrajes de animación. En el último día, tuvo lugar una master class donde diferentes productoras de prestigio (Abano Productions, Bígaro Films, Uniko Films) contaron sus experiencias al coproducir dentro de esta técnica.
Los participantes en la mesa, Chelo Lureiro, Ramón Alós e Iván Miñambres, dejaron claro que coproducir es necesario en animación debido a los costes, generalmente con mucha más inversión de dinero y tiempo que en las producciones con imágenes reales. Pero al mismo tiempo, al contar sus experiencias, confirmaron que llevar a cabo esta asociación con productoras de otras comunidades autónomas, pero especialmente de otros países, el proceso se torna complejo. Y esto es así porque cada productora involucrada debe atender a los diferentes requisitos de sus respectivas administraciones.
En definitiva, una vez más, Curt Creixent ha aportado respuestas y también muchas preguntas necesarias, no solo para informar a los profesionales del sector del cortometraje, sino para ayudar a evolucionar el tejido empresarial y creativo del formato corto. Unas jornadas cargadas de reflexiones que, como siempre, también permitieron, a través de pitchs, que los cineastas confrontaran sus trabajos con un jurado experto y un público oyente. Este año, el Mejor Proyecto de Cortometraje fue para la ficción Cau la nit, de Julu Martínez, mientras que el el Mejor Cortometraje en Postproducción cayó en las manos de otra ficción, Sola no, de Doriam Alonso.
Los dos encuentros one-to-one fueron un éxito de asistencia. En ellos los cineastas pudieran presentar sus proyectos e ideas a un nutrido grupo de productoras, distribuidoras, programadores de festivales y expertos en el audiovisual. Si en el primero de ellos los encuentros se alargaron en rondas de 4 minutos durante más de hora y media, en el segundo de ellos, en el último día, dedicado a la animación, se sobrepasaron las dos horas de duración. Un último acto de Curt Creixent, que una vez más, durante los tres días en los que tuvo lugar, se abordaron cuestiones que ocupan y preocupan a los profesionales del cortometraje con una mirada práctica tanto del presente como del futuro del cine y del cortometraje más en particular.