Txema Muñoz: “En España ninguna cadena de cines ha apostado por el corto de forma continuada”.

El pasado 21 de septiembre los trabajadores de la Filmoteca Vasca, Txema Muñoz y Esther Cabero, recogieron para Kimuak el Premio Zinemira, el galardón honorífico que el Festival de San Sebastián y las asociaciones de productores EPE/APV e IBAIA conceden a personalidades, programas e instituciones del cine vasco. Sobre ello y sobre el corto en general hemos hablado con Txema Muñoz, el director, casi desde su comienzo, de Kimuak, el catálogo vasco que desde 1998 regularmente selecciona los mejores cortos de Euskadi.

¿Cómo se siente la gente de Kimuak por el Premio Zinemira que recibe este año?

Es un alegría. Un reconocimiento al trabajo es siempre algo bonito. Es de agradecer especialmente porque es un premio que viene de los productores, de la industria. De alguna forma, nos premian porque creo que estamos colaborando para crear una pequeña industria del cortometraje.

No es frecuente que el festival premie a un catálogo autonómico de cortometrajes. ¿Cree que este premio del Festival de San Sebastián es una forma de reconocer al cortometraje?

A veces ha habido reproches hacia el Festival de San Sebastián por no conceder al corto la misma importancia que Venecia, Cannes o Berlín. Me parece una acusación injusta. Yo lo conozco de cerca y se la importancia que se le da al cortometraje en este festival. De hecho, hay una sección, New Directors, ya donde hay cortos compitiendo con largos. Se están rompiendo barreras. Y hace unos años hubo cortos premiados. Es una apuesta que tiene riesgos, pero es decidida. Y yo creo que el premio es consecuencia de todo esto. Se le está dando una consideración al corto que hasta ahora no había tenido. Incluso directores de largos están regresando al corto. Eso antes no se daba. La gente se iba al largo para no volver generalmente al cortometraje. Algo está cambiando.

En Kimuak fueron los pioneros. ¿Se atreve a decir hasta qué punto Kimuak ha sido importante para el cortometraje en todo el Estado?

No lo se. Me resulta muy difícil decirlo. Me pones en un aprieto.

Pero hace un tiempo contaba en una entrevista que Kimuak ha sido ejemplo en países como Alemania o Inglaterra. ¿Dónde reside el secreto de Kimuak?

Estuve personalmente en Londres para hablar sobre una posible puesta en marcha de un catálogo inglés que finalmente no cuajó. En Inglaterra tienen muchas más posibilidades, aunque sí es verdad que nos llamaron en su momento. Los colombianos también se interesaron por Kimuak. Es un modelo que ha funcionado y ha podido servir a otras iniciativas de distintos lugares.

¿Cuáles eran las motivaciones y los objetivos en 1998? ¿Se han cumplido?

Al principio fue toda una aventura. Se creó a propuesta de Jose Luis Rebordinos, que entonces era director de la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. Se dieron cuenta que desde otros países, Nueva Zelanda, por ejemplo, les mandaban selecciones, todo muy bien organizado, en VHS, como era entonces, y con 8 cortos subtitulados, con diapositivas. Toda esa organización, para los festivales, era estupendo. Así que se intentó unir esa organización con el éxito que los cortos vascos estaban empezando a tener en los noventa y que se confirmaría en la siguiente década. Fue un intento de dar salida a tanta calidad.

¿Cuántos cortos se suelen presentar y cuántos se seleccionan en Kimuak?

Se presentan entre sesenta y setenta. Y escogemos alrededor del diez por ciento, entre siete y ocho seleccionados.

Para elegir los cortos en Kimuak, ¿qué criterios se siguen?

Los jurados los cambiamos todos los años para evitar influencias. Las instrucciones que les damos se resumen en dos cosas: la calidad y la universalidad. La calidad cinematográfica debe estar unida a que no sea una historia demasiado localista, debe entenderse fuera de nuestras fronteras. Por otra parte, no tenemos cuotas sobre la lengua o el género. En 2003 no había ningún corto ni dirigido por una mujer ni en rodado en euskera. Este año, casi un cincuenta por ciento ha sido en euskera y la mitad de todos los presentados han estado dirigidos por mujeres. No necesitamos cuotas.

¿Hay algún género que predomine en el catálogo? ¿Podemos hablar de modas?

Sí, hay modas. Siempre han estado ahí la ficción, el drama, el thriller. La comedia quizás ha sido más difícil. En los últimos años el documental y la animación han ido ganando terreno, un terreno que antes no tenían. Lo experimental ha estado ahí de forma transversal más que como género. De todas formas, las fronteras entre géneros se van diluyendo, van desapareciendo. Cada vez hay más cortos que son difíciles de encuadrar en un género o en otro.

¿Por qué en España es más difícil que los cortos lleguen a los cines dentro del circuito comercial?

El tema de la exhibición ha cambiado mucho. Hemos dado el salto a las plataformas. Yo creo que los exhibidores siempre han sido cobardes, el dinero es cobarde. No ha habido apuestas decididas hacia los cortos, en todo caso alguna vez de forma muy focalizada y aislada. Ninguna cadena de cines se ha atrevido a apostar de forma continuada por esta industria. Además de que los exhibidores pierdan el miedo, se necesitan políticas por parte de las instituciones. No me des dinero para organizar una exhibición, comprométete a ayudarme a exhibir de forma continuada.

En una entrevista decías que que se ha perdido la cultura de ver cine desde la llegada del DVD, que nos acostumbró a ver las películas fragmentadas. ¿Crees que eso beneficia al corto?

No estoy seguro. Fue un fenómeno lo del DVD. Recuerdo una anécdota en la que Nacho Vigalondo recomendaba a los alumnos ir a ver una película de Robert Altman, que fueran al cine a verla. Y los chicos reaccionaron extrañados a eso de estar una hora y media en un cine. Se dio cuenta de que las cosas habían cambiado. ¿Por qué están triunfando las series? A parte de la calidad, porque son historias fragmentadas y te las sirven en cortos. No obstante, me gustaría recoger ese viejo espíritu del cine. Ahora vemos las películas en ordenador. Me da pena que haya gente que no disfrute ni esté disfrutando la pantalla grande. Reivindico la pantalla grande.

¿Cómo ha sido la transformación en estos últimos veinte años del corto que se hace en Euskadi y en el Estado?

Brutal. De prácticamente ser el ejercicio de los alumnos y el pequeño juguete de quienes querían ser cineastas se ha convertido en una categoría con todas las de la ley. Te das cuenta de ello cuando ves el número de cortos que se seleccionan y se premian en los festivales internacionales. Eso sí, el corto mueve mucho menos dinero que el largo. Sin embargo, en el ámbito vasco antes había pequeñas productoras al socaire de un corto, se creaban para un proyecto determinado y luego cerraban. Hoy la mayor parte de las productoras que surgen se mantienen y siguen trabajando. A veces para hacer trabajos audiovisuales de otro tipo, no estrictamente cinematográficos, pero este hecho, en sí, me parece de gran importancia.

¿Cuáles son los retos más inmediatos para el corto español ahora mismo?

No perder el tren de los tiempos. Saber adaptarse es fundamental. En segundo lugar, hay que insistir en el aspecto institucional. Un trabajo institucional importante como el que se hizo en Francia en los años cincuenta en el ámbito educativo. La educación audiovisual se ha llevado a cabo en otros países europeos, aquí queda mucho por hacer, por educar. Además, se necesita una apuesta institucional hacia lo audiovisual como forma de cultura e industria.

También hay que romper las fronteras entre corto y largo. Los cortos y los largos pueden llegar a competir entre sí. Es decir, hay que reajustar conceptos, plantearnos otros nuevos y crear distintos estándares. Eso sí, adaptación e innovación, pero con eficacia.

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